La historia de José Luis Mazo, uno de los 6 barakaldeses

José Luis Mazo Samano (nació el 8 de agosto de 1918) fue uno de esos seis barakaldeses que pasaron por el infierno de los campos de concentración nazi. Era natural del barrio de El Regato (Barakaldo). Tras sobrevivir a Mauthausen fijó su residencia en París. 

Tras exiliarse a Francia, como consecuencia de la victoria franquista, pasó por un campo de internamiento y se enroló en la Legión extrajera para combatir el nazismo en Holanda y Bélgica. Esa fue la alternativa que le ofrecieron en el país vecino: "No cabía otra elección posible; los franceses nos dieron a elegir entre la Legión o el regreso a casa, es decir, a las fauces de la dictadura". Así fue la dureza con la que el Estado francés recibió a los republicanos españoles.





Las desventuras de José Luis comenzaron al ser hecho prisionero por los alemanes en Orleans, con el derrumbe total del ejercito francés. Fue prisionero en el Stalag VII-A de Moosburg. Tras una primera reclusión vio como su situación cambio: "El traslado al campo de la muerte coincidió con una entrevista que mantuvieron Serrano Suñer y Hitler en Berlín. Este le dijo al ministro español que tenía prisioneros españoles rojos -ellos no distinguían entre vascos y no vascos-. Serrano Suñer le respondió: Mételos en un campo y límpialos a todos"Fue deportado al campo de Mauthausen el 31 de agosto de 1941. 

Sobre su estancia en Mauthausen comentó: "Aquello era un infierno, matar por matar. Nadie estaba libre del capricho de cualquier SS; tenían un afán de exterminio total. Es imposible saber la gente que murió porque así como algunos estábamos controlados y contados, había ocasiones en las que secciones enteras de personas entraban derechas a las cámaras de gas. Había expediciones que según llegaban las ponían agrupadas en una plaza, las desnudaban y las metían en paquetes a las cámaras. Iban a la ducha con su toalla y su jabón, pero ya no volvían. De allí pasaban al crematorio, que primero era de carbón y luego lo hicieron eléctrico"

José Luis Mazo terminó pesando 31 kilos al ser liberado el 5 de mayo de 1945: "A pesar de la bazofia que nos daban, los nazis sacaron una sopa química para abaratar nuestra alimentación. Metieron durante tres días a diez personas de cada nacionalidad en un barracón para experimentar con aquella sopa. Tuvieron que abandonar el proyecto al comprobar sus efectos. A los que la habían probado se les iba despedazando el cuerpo, se les caían las orejas, los dedos, las narices, etc., y, claro, así no podían trabajar; porque los campos como Mauthausen no sólo eran campos como Mauthausen no sólo eran campos de muerte, también servían para hacer negocios. Los alrededores eran centros de trabajo de compañías privadas que pagaban tres marcos por preso y día a los nazis. Tenían la ventaja de que cuando uno no podía rendir más, inmediatamente recibía un tiro a bocajarro y era sustituido por otro más fuerte. Se hicieron monumentales negocios por ambas partes. La compañía química Farben pagaban tres millones de marcos diarios por la cantidad de presos que utilizaban".

#BarakaldoConMemoria

Fuente: 

ROMAÑA ARTEAGA, J.M.: La Segunda Guerra Mundial y los vascos, Mensajero, Bilbao, 1988

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